Irán se prepara para una segunda vuelta en las elecciones presidenciales el 5 de julio después de que ningún candidato obtuviera la mayoría necesaria en la votación inicial.
La contienda es entre Masoud Pezeshkian, un legislador relativamente moderado, y el ex miembro duro de la Guardia Revolucionaria, Saeed Jalili. Pezeshkian lideró con más de 10 millones de votos, mientras que Jalili obtuvo 9.4 millones.
La elección sigue a la muerte del presidente Ebrahim Raisi en un accidente de helicóptero. A pesar de la segunda vuelta, el poder supremo en Irán sigue estando en manos del Líder Supremo Ayatolá Ali Khamenei, por lo que no se esperan cambios importantes en la política del programa nuclear de Irán o de las milicias regionales. Sin embargo, el presidente gestiona las operaciones diarias del gobierno y puede influir en el tono de la política.
Participación históricamente baja
La participación en las elecciones fue históricamente baja, alrededor del 40%, reflejando el descontento público por problemas económicos y restricciones políticas. Esto ocurre en un momento de alta tensión regional, que incluye conflictos con Israel, Hamas y Hezbolá, y una creciente presión occidental sobre las actividades nucleares de Irán.
Pezeshkian, respaldado por la facción reformista relegada, enfatiza el respeto a la ley del hijab, pero condena la aplicación intrusiva. Su postura contrasta con las opiniones inflexibles de Jalili, especialmente en las negociaciones nucleares de Irán. Jalili, conocido por su postura inflexible, podría llevar a una política exterior más antagonista si es elegido.
Ambos candidatos ahora buscan movilizar a los votantes para la segunda vuelta. La baja participación se ha visto como una protesta contra el sistema político actual, con muchos votantes anulando sus votos. Los analistas sugieren que el éxito de Pezeshkian podría mejorar las relaciones con Occidente y promover reformas económicas y sociales, mientras que la victoria de Jalili podría resultar en políticas más estrictas.
El resultado de esta elección es crucial, ya que el próximo presidente podría desempeñar un papel significativo en la sucesión del octogenario Khamenei. Con conflictos regionales en curso y un alto nivel de insatisfacción interna, la segunda vuelta será decisiva para la dirección futura de Irán.