Con el ciclo electoral estadounidense en el horizonte, Estados Unidos se encuentra inmerso en una agitación doméstica, luchando con una serie de problemas que han surgido con urgencia. Sin embargo, en medio de este enfoque interno, la sombra proyectada por la República Islámica de Irán se cierne más que nunca. Esta presencia no es simplemente un vestigio de conflictos pasados, sino un desafío vivo y latente que continúa moldeando la política exterior y el panorama de seguridad de Estados Unidos.
La República Islámica ha creado astutamente una narrativa de desafío y resistencia contra las presiones occidentales, particularmente de Estados Unidos. Esta narrativa, respaldada por una red de grupos terroristas afines y una postura inflexible contra Israel, exige la atención de Washington incluso cuando la agenda doméstica de Estados Unidos está abarrotada de problemas apremiantes.
El régimen de Irán, conocido por la brutal represión de su propia población, muestra su barbarie sin reservas. El mundo, incluyendo Estados Unidos, ha permanecido en gran medida pasivo ante esta exhibición. La repentina decisión de Estados Unidos de liberar $6 mil millones de activos congelados a Irán en medio de la lucha de la población iraní contra el despotismo religioso infligió heridas psicológicas profundas en la sociedad iraní.
Muchos iraníes interpretaron la acción como un respaldo tácito al régimen clerical, lo que generó una amplia consternación y acusaciones en redes sociales de que los Demócratas estadounidenses están a favor de preservar el gobierno teocrático de los mulás.
Además, la permisividad de Estados Unidos hacia las manifestaciones que apoyan a Hamás, una organización con vínculos con la República Islámica y dedicada al terrorismo y la brutalidad, añadió sal a la herida. Dichas manifestaciones, que incluso resultaron en violencia en suelo estadounidense, junto con los sentimientos antisemitas expresados en instituciones académicas, agravan las heridas infligidas a israelíes y judíos en todo el mundo.
Sorprendentemente, hay una notable ausencia de discurso dentro de los tanques de pensamiento, universidades y centros de investigación estadounidenses con respecto a la amenaza existencial de la República Islámica de Irán para la civilización occidental. Con la ayuda de naciones como Qatar, Irán encuentra oídos simpáticos para su discurso, que incluye el Jomeinismo, el terrorismo islámico y la hostilidad hacia los ideales estadounidenses e Israel. Esta alineación es además respaldada por China y Rusia, financiada con dinero árabe, y contribuye a un desafío multifacético para Occidente.
En este contexto, parece que América ha perdido su rumbo, siendo incapaz de contrarrestar la guerra cultural e ideológica librada por la República Islámica. Cuando Irán coordinó ataques contra Israel, los medios de comunicación estadounidenses rápidamente hicieron eco de la narrativa del régimen, descartando la beligerancia de Irán. Esto reforzó la propaganda del régimen, socavando la credibilidad estadounidense y revelando una debilidad significativa en su postura de política exterior.
El meollo del problema radica en la respuesta subestimada de América a la amenaza multifacética planteada por las diferentes ramas del chiismo, cada una más radical que la anterior. Este malentendido, junto con una política de apaciguamiento, ha llevado a una serie de pasos en falso, incluyendo la falla en contraatacar de manera decisiva las actividades terroristas orquestadas por Irán.
Sin embargo, la situación no es desesperada. Estados Unidos debe recalibrar su enfoque, centrándose en cultivar un liderazgo estable y psicológicamente sólido dentro de Irán que se alinee con los intereses estadounidenses e israelíes sin recurrir a la colonización. Es esencial desestimar a figuras de oposición corruptas, desviadas y arrogantes en la diáspora iraní. Además, tomar acciones decisivas contra la red de terrorismo transnacional de la República Islámica es de suma importancia.
Cualquier compromiso o acuerdo con la República Islámica, como el JCPOA, legitima involuntariamente a un régimen arraigado en el terrorismo global. Los continuos esfuerzos nucleares, de misiles y terroristas de este régimen representan una amenaza sustancial no solo para Estados Unidos e Israel, sino para la seguridad global en general.
Curiosamente, algunos países vecinos, como Arabia Saudita, parecen contentos con una transición superficial dentro de la República Islámica, prefiriendo un cambio de los duros a los reformistas sin desafiar fundamentalmente los cimientos ideológicos del régimen. Esta postura revela una renuencia regional más amplia a apoyar un cambio genuino de régimen en Irán, subrayando la complejidad geopolítica.
Estados Unidos debe decidir con cuidado sus próximos pasos hacia Irán
Estados Unidos se encuentra en un momento crucial, necesitando una estrategia coherente y principista contra la República Islámica con más urgencia que nunca. La batalla por el futuro, un futuro que honre los derechos y aspiraciones del pueblo iraní, sigue siendo crucial. Mientras Estados Unidos contempla sus próximos movimientos, debe reconocer que la lucha contra la narrativa de la República Islámica no se trata solo de maniobras geopolíticas. Se trata de afirmar los valores de libertad, dignidad humana y el derecho a la autodeterminación, valores que resuenan con el pueblo iraní y la comunidad internacional en general.
En última instancia, a medida que Estados Unidos navega su compleja relación con Irán, debe hacerlo con una comprensión clara de las apuestas involucradas. La guerra cultural librada por la maquinaria propagandística de la República Islámica ha presentado desafíos significativos, pero también ha brindado una oportunidad para que Estados Unidos reevalúe sus estrategias y compromisos.
Al priorizar un enfoque basado en principios y valores en su política exterior, Estados Unidos puede ayudar a allanar el camino hacia un futuro en el cual los derechos y libertades del pueblo iraní sean respetados y apoyados. Este enfoque requiere alejarse de políticas que fortalezcan inadvertidamente la narrativa del régimen y avanzar hacia acciones que realmente empoderen al pueblo iraní y sus aspiraciones por la democracia y los derechos humanos.
A medida que Estados Unidos enfrenta sus propios desafíos internos y fija la mirada en futuras elecciones, no debe perder de vista las amplias implicaciones internacionales de sus políticas, especialmente en lo que respecta a Irán. La hábil manipulación de la narrativa y postura estratégica de la República Islámica plantea una amenaza matizada que requiere una respuesta sofisticada e informada. Esto implica no solo abordar las preocupaciones de seguridad inmediatas planteadas por la agresión regional de Irán y su apoyo al terrorismo, sino también involucrarse en la batalla ideológica más profunda en juego.
Para contrarrestar efectivamente la narrativa de la República Islámica, Estados Unidos debe asegurarse de que su política exterior esté informada por una profunda comprensión del panorama político de Irán, incluidas las diversas facciones dentro de él y su impacto en la estabilidad regional y global. Además, el compromiso de Estados Unidos con Irán debe ser parte de una estrategia más amplia que considere las aspiraciones del pueblo iraní por la libertad y la dignidad. Esta estrategia debería apoyar a los elementos dentro de Irán que realmente buscan reformas y se oponen a las políticas opresivas del régimen.
Además, Estados Unidos debe aclarar su postura contra la red de terrorismo transnacional de la República Islámica y trabajar con socios internacionales para desmantelarla. Esto requiere un esfuerzo concertado para contrarrestar las estructuras de apoyo financiero e ideológico que permiten la guerra por poder de Irán y sus esfuerzos por difundir el radicalismo más allá de sus fronteras.
En conclusión, la lucha de Estados Unidos contra la sombra y narrativa de la República Islámica es un testimonio de la compleja dinámica de la diplomacia moderna y las relaciones internacionales. Mientras Estados Unidos navega este terreno desafiante, debe hacerlo con un compromiso hacia los principios de libertad, justicia y la promoción de un orden internacional estable, pacífico y justo. Al alinear sus políticas con estos valores, América no solo puede contrarrestar las amenazas inmediatas planteadas por la República Islámica, sino también contribuir a un futuro en el que el pueblo iraní pueda lograr sus aspiraciones de una sociedad libre y democrática.
El escritor es un analista de contraterrorismo e investigador de estudios de Medio Oriente con sede en Washington, con un enfoque particular en Irán y conflictos étnicos en la región. Su nuevo libro es "The Black Shabbat", publicado en los EE.UU. Puedes seguirlo en erfanfard.com y en X @EQFARD.