El sábado por la mañana, un misil balístico disparado desde Yemen impactó en medio de una zona residencial en Jaffa, dejando 16 civiles, judíos y árabes por igual, heridos.
Según se observa en las imágenes posteriores, si el misil hubiera caído solo unos pocos metros en cualquier dirección, habría resultado en una situación mucho más grave, potencialmente causando docenas de muertes.
Este ataque ocurrió apenas 48 horas después de que otro misil balístico fuera lanzado desde Yemen hacia Israel, lo que provocó la destrucción parcial de una escuela en Ramat Gan, aunque no hubo víctimas.
A pesar de las exitosas represalias de Israel, Estados Unidos y otros aliados, que supuestamente apuntaron a puertos, remolcadores, instalaciones petroleras y depósitos de misiles en Hodeidah, Ras Issa y Sanaa, el tema de la amenaza desde Yemen persiste.
El capital yemení de Sanaa ha estado controlado durante más de una década por la organización Ansar Allah, también conocida simplemente como los "hutíes".
Su lema -Allahu Akbar, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los Judíos, victoria para el Islam- deja pocas dudas sobre la ideología antisemita del grupo.
Incluso en el contexto de la guerra actual, ya en octubre 18, 2023, menos de dos semanas después de la masacre del 7 de octubre, se tomó la decisión en Sanaa (o quizás más exactamente en Teherán) de unirse a la guerra multinivel contra Israel, no solo disparando misiles de largo alcance sino también aterrorizando el comercio internacional en el Mar Rojo.
Desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamas, los hutíes han lanzado más de 130 ataques en la crucial vía navegable internacional.
Hoy en día, es de conocimiento común que los hutíes son una secta chiíta apoyada por Irán, al igual que muchas organizaciones terroristas en todo Oriente Medio que efectivamente sirven como el "escudo" de la República Islámica.
Los hutíes son diferentes
Sin embargo, al mismo tiempo, también es necesario enfatizar la diferencia entre los hutíes y otros brazos de Irán en las cercanías de Israel.
En Iraq y Líbano, hay milicias armadas, algunas de las cuales participan activamente en el gobierno local pero no controlan sus respectivos países y nunca han pretendido o aspirado a hacerlo abiertamente.
Este no es el caso cuando se trata de los hutíes. Los hutíes en Yemen no son una organización dentro del Estado como las milicias proiraníes en Iraq, ni un partido dentro del gobierno como Hezbollah.
Los hutíes son el Estado; hablan en nombre de la República de Yemen y del pueblo yemení, llaman a su ejército "Las Fuerzas Armadas Yemeníes", promulgan leyes y imponen su gobierno opresivo en áreas bajo su control, incluyendo Sanaa y la importante ciudad portuaria de Hodeidah.
Incluso si su control no es absoluto sobre todo el país debido a bolsas de resistencia, esto no es diferente de otros países que están en conflictos con grupos separatistas, como Siria bajo el exlíder Bashar al-Assad o incluso Ucrania con fuerzas pro-Putin impulsando a separatistas desde el interior.
La implicación de tal visión es simple: Ansar Allah no es una organización terrorista radical que dispara misiles balísticos a un país lejano o interrumpe peligrosamente el comercio en el Mar Rojo. Es un estado canalla que declara la guerra a otros países sin provocación e impone su terror en el comercio internacional.
Esta noción simple pero no dicha tiene repercusiones inmensas, que Israel podría tener que aprender a aceptar y abordar.
Un asunto complicado
El asunto es más complicado ya que hay otro gobierno en Yemen con sede en la parte sur del país, que goza de amplia legitimidad internacional, aunque no controla ni la capital ni las fuerzas armadas.
También hay otras fuerzas separatistas en Adén, que aspiran a establecer su propio estado de "Arabia del Sur".
Sin embargo, no faltan precedentes históricos de cambios de gobierno que obtienen legitimidad de foros internacionales.
Por ejemplo, actualmente Afganistán está gobernado por los talibanes tras la apresurada retirada de Estados Unidos del país en 2021.
Aunque la mayoría de los países aún no han reconocido al nuevo régimen, y a pesar de que la Asamblea General de la ONU ha llamado a no reconocerlo, cada vez más países lo están haciendo lentamente, aunque sea solo de facto, por ejemplo, al aceptar embajadores en nombre de la nueva administración.
Esto puede ocurrir en lugares inesperados: en septiembre, el Reino Unido decidió cerrar la embajada de Afganistán que operaba en nombre del antiguo gobierno respaldado por Occidente que fue derrocado, y parece que pronto, en nombre del pragmatismo, más países comenzarán a reconocer abiertamente a los talibanes.
Otro ejemplo de esto es la votación de la ONU en 1971 que esencialmente declaró que el representante de China en la ONU no era la República de China (ROC), que actualmente controla solo Taiwán, sino la República Popular China (RPC) – una situación que continúa hasta hoy y que allanó el camino para la integración de China comunista en la escena internacional.
Cada situación es diferente y no existen paralelos perfectos en una situación así, pero quizás Israel debería considerar liderar una línea de discurso que insista en que los hutíes no son simplemente una organización antisemita y opresiva, sino un estado paria que representa un peligro para la estabilidad de la región y pone en peligro toda la economía global.
La República Islámica de Irán elaboró cuidadosamente una estrategia que advirtió a sus milicias leales que se abstuvieran de actuar como estados reconocidos en el escenario internacional.
Esto se hizo como un medio para evitar escrutinio y responsabilidad, y como una forma de complicar aún más la agresión contra Israel, ya que no se enfrenta a naciones 'organizadas' en el sentido occidental de la palabra, sino más bien a fragmentos de países incrustados en la población local.
Una línea de discurso que argumenta que la autodeclarada República de Yemen ha declarado la guerra a Israel sin provocación ciertamente implica ramificaciones en términos de derecho internacional, el derecho a la autodefensa y otras medidas que deberían dejarse para que los expertos legales las analicen, pero también desafiaría la estrategia deliberada de Irán de una guerra de proxy no estatal contra Israel.
Innumerables artículos analíticos e interpretativos ya han descrito cómo la disuasión contra los hutíes debe basarse en una percepción diferente de la realidad, ya que se trata de un país remoto y empobrecido que, de cualquier manera, solo tiene qué ganar disparando misiles contra civiles israelíes.
Quizás una mentalidad que se salga de lo establecido, se niegue a ver a los houthis como una organización, y comience a verlos como un estado, tal como ellos mismos dicen ser, podría ayudar a allanar el camino para abordar el problema houthi a través de los canales internacionales adecuados.