La trayectoria actual de Francia hacia la fragmentación social es el resultado de décadas de políticas equivocadas sobre la inmigración procedente de países de mayoría musulmana.
Esta afluencia, sin medidas efectivas de integración y asimilación, ha influenciado profundamente a la sociedad francesa. Hoy, más del 20% de los recién nacidos tienen nombres árabe-musulmanes, reflejando una fuerte afirmación de identidad cultural. Más alarmante aún, las encuestas indican que el 28% de los musulmanes en Francia imaginan que el país se convertirá en un estado musulmán, un sentimiento que sube al 50% entre los jóvenes - una clara señal de separatismo arraigado.
Impulsados por los eventos del 7 de octubre, que han sido catalizadores para la voluntad global de los islamistas de conquistar Occidente, los activistas islamistas, ayudados por sus aliados de extrema izquierda, lograron instrumentalizar con éxito la causa palestina para movilizar a las masas musulmanas y a otros grupos marginados en una guerra cultural contra la democracia liberal y Europa judeocristiana.
En el otro extremo del espectro, los ciudadanos franceses nativos, predominantemente de la extrema derecha, perciben a los inmigrantes como impulsores de su marginación económica y cultural, intensificando las divisiones sociales. Esta marcada polarización se manifestó en las elecciones parlamentarias de ayer, donde la extrema izquierda aseguró hasta un 35% de los escaños y la extrema derecha hasta un 26%, marginando a las facciones centristas del presidente Emmanuel Macron a solo el 31%.
Cuando se reúnen, la extrema derecha por un lado y la extrema izquierda asociada con sus facciones islamistas representan un desafío formidable para el tejido democrático de Francia, reclamando alrededor del 70% de los votos y el 60% de los escaños. Esta situación ha llevado a dos Francias distintas que no se entienden, se mezclan ni se comunican entre sí.
Históricamente, emergen dos modelos de gobernanza para manejar poblaciones divergentes: la represión imperial y la integración republicana. Temiendo la Islamización desenfrenada que está teniendo lugar en Europa y enfrentando inseguridades personales, económicas y culturales debido a esto, muchos ciudadanos franceses nativos están recurriendo a una gobernanza de extrema derecha que recuerda al modelo imperial, donde un poder central autoritario evita que las diferentes poblaciones entren en conflicto.
La agitación política en Francia
Francia, enfrentando una agitación interna reminiscente de las divisiones sectarias del Líbano, se encuentra en una encrucijada crítica. El modelo libanés, alguna vez elogiado como un faro de armonía multiétnica, se desintegró en una devastadora guerra civil; una historia de advertencia que Francia corre el riesgo de repetir.
Los escenarios post-electorales pintan un panorama sombrío, particularmente preocupante para los judíos e Israel. La búsqueda del presidente Macron por detener a la extrema derecha no democrática a cualquier costo, incluso aliándose con la extrema izquierda no democrática, subraya la volatilidad del panorama político.
Una potencial coalición entre los centristas del presidente Macron y el partido anti-sionista de extrema izquierda "La France Insoumise", liderado por Jean-Luc Melenchon, podría tener profundas implicaciones. Esta coalición podría respaldar una postura pro-palestina, abogando por el reconocimiento del estado palestino, condenando a Israel por crímenes de guerra e instituyendo medidas anti-israelíes como el boicot a Israel en la exposición Eurosatory, la mayor victoria para el movimiento BDS en Occidente.
Esto va a agravar las divisiones sociales y aislar a la comunidad judía. En su búsqueda de supervivencia política, el presidente Macron, influenciado por los números, podría verse tentado a unirse a la alianza islámico-izquierdista, potencialmente poniendo en peligro la seguridad y dignidad de los judíos franceses.
Económicamente, tal coalición enfrenta desafíos desalentadores, con gastos insostenibles y déficits inminentes amenazando la estabilidad. El estancamiento político y la agitación social podrían precipitar la caída de Francia en el caos, eco de la trágica trayectoria del Líbano.
En este paisaje volátil, los judíos franceses se encuentran cada vez más vulnerables, atrapados en medio de tensiones sociales crecientes. El futuro de Francia ahora se balancea entre mantener sus valores fundamentales o sucumbir a una fragmentación irreversible. Las ominosas advertencias del presidente Macron sobre un posible conflicto civil subrayan la gravedad de la situación actual.
El Dr. Dov Maimon es investigador principal en el Instituto de Política del Pueblo Judío (JPPI) y coordina las actividades del Instituto en Europa.