A primera vista, es posible ver en la reina Ester cierto parecido con nuestra actual dirigencia: alguien que no hace demasiado, y cuya esencia y función principal es ser bella, callar y complacer a quienes la rodean según los intereses que le dictan. Como en cualquier cuento de princesas, se la presenta como una niña buena que es la flor y nata del pueblo. Esta huérfana obediente hace lo que le dice su tío Mardoqueo: una belleza ataviada con un lujoso vestido, tachonada de joyas y tocada con una corona.
Pero como se dice en Purim, venahafochu (y viceversa). En la Meguilá, Ester pasa de ser una princesa mágica a convertirse en una líder ejemplar, del tipo que querríamos para nosotros mismos, que conduce a una inversión real de los acontecimientos históricos. Ester nos muestra a todos lo que hay que hacer ante la corrupción y la mala toma de decisiones basadas en consideraciones inapropiadas.
Cumple con su deber de oponerse y asume la responsabilidad de crear el cambio. Mientras que la mayoría de la gente acepta con desesperación que los acontecimientos esperados son cosa del destino -como muchos de nosotros hacemos incluso hoy-, Esther no se hunde en la desesperación. Para ella, la desesperación no es un plan de trabajo; tiene su propio plan.
Aparentemente, actúa a petición de Mordejai, pero la iniciativa, la planificación y la ejecución son sólo suyas.
Durante tres días de ayuno (sí, sólo tres días, a diferencia de 165 y contando), Ester formula una estrategia para salvar al pueblo y se prepara para su ejecución. El fracaso no es una opción en absoluto.
Se "viste de realeza": cubre el miedo con valentía y sustituye la obediencia por la iniciativa. Hace ya 2.000 años, asumió la posición de quien toma las decisiones, la misma posición de la que hoy están ausentes las mujeres.
Con la audacia de una mujer soldado de tanque de combate que arriesga su vida, se dirige al rey en persona. Lo hace porque comprende que él es un aliado importante que puede actuar en su favor y en interés de la realización de sus objetivos.
Su comportamiento puede parecer extraño hoy en día, cuando nadie está dispuesto a arriesgar ni siquiera su coalición por el bien de los aliados o de los objetivos del pueblo, pero no Ester. Ella entendió cómo manejar a un aliado y cómo aprovecharlo.
Le prepara un banquete y sabe cómo hablar y complacer a su aliado. Luego organiza otro banquete al que invita a su enemigo, Amán, y también habla con él.
Incluso cuando Ester guarda silencio, una costumbre que deberían adoptar algunos de nuestros funcionarios elegidos, su silencio es como el de un agente secreto. Parafraseando el eslogan del Mossad, Ester hace trucos de guerra (que derriban a Amán) y rescata (a toda la nación).
Esther hace todo esto sola y tiene éxito, gracias a su punto de vista único, que se refleja en todos los niveles -de seguridad, táctico y estratégico- y, sí, también en el de género. Sin embargo, la feminidad no es su característica más dominante, sino su principal herramienta, junto con su pensamiento original, su determinación y su dedicación.
Heroínas como Esther
En los últimos meses hemos conocido a muchos héroes como ella, dispuestos a dar la vida por su pueblo. Ester también renunció a su vida en cierto sentido cuando se quedó a vivir como esposa de Asuero.
Sin embargo, no renunció a perpetuar su historia y su mensaje y los escribió para todas las generaciones futuras, incluida la nuestra. Su historia merece nuestra atención porque los puntos de similitud son más que coincidentes.
Ester es también una de las siete profetisas bíblicas del pueblo de Israel. Espero que su comportamiento pueda predecir, o al menos inspirar, la forma en que nosotros también alcanzaremos la victoria absoluta que nos corresponderá: con un liderazgo que sepa aprovechar un aliado para nuestro lado, que se preocupe con devoción por toda la nación y no por sí mismo, y que no quiera derrotarnos sino con nosotros.
Necesitamos un liderazgo que no deje a nadie atrás, que se resista a la desesperación y tome una iniciativa proactiva en una serie de acciones en lugar de una reactividad forzada, y una mesa de toma de decisiones que aporte una perspectiva estratégica diferente y a largo plazo.
Nuestro destino está en nuestras manos, y podemos y debemos cambiarlo, igual que Ester.