Cualquiera que siga los eventos en el Medio Oriente en las últimas semanas tiene la impresión de que Irán está decidido suicidamente a provocar un conflicto regional amplio.
La prueba de esto es el comportamiento imprudente de los proxies iraníes que causan caos en varias regiones, desde la Franja de Gaza hasta el sur del Líbano y los territorios iraquíes hasta el Mar Rojo y Bab al-Mandeb.
Además, Teherán ha llevado a cabo ataques directos con misiles en un presunto cuartel general de inteligencia en Erbil, Irak, y ha apuntado instalaciones de Jaish Al Adl en territorio paquistaní.
En resumen, Irán está directa o indirectamente involucrado en todos los puntos conflictivos regionales en el Medio Oriente. La escalada no es accidental y plantea preguntas sobre la postura y los motivos de la República Islámica.
¿Está realmente Irán ansioso por desencadenar un conflicto regional de gran alcance para afirmar su influencia y fortaleza? Existe especulación sobre serias intenciones israelíes y occidentales de tomar una postura firme con Irán y sus aliados después del fin de la guerra de Gaza.
Creo que Irán ha comprendido que ha llegado el momento de rendir cuentas.
¿Es hora de que Irán asuma su responsabilidad por el caos que ha provocado?
Tendrá que cosechar las recompensas de décadas de inversión en la construcción, financiamiento, entrenamiento y armamento de milicias leales a él, o correr el riesgo de perder algunas o todas estas milicias al mismo tiempo.
La escalada es, por lo tanto, un movimiento estratégico por parte del régimen iraní para demostrar que es capaz de crear tensión y propagar el caos alrededor de Israel, el aliado más importante de Occidente en Medio Oriente.
El mensaje: estas amenazas no se pueden evitar a través de acuerdos de paz con los vecinos árabes, sino solo a través de negociaciones con Irán para compartir intereses e influencia. Irán ha comprendido que la próxima fase requiere soluciones integrales, no medidas a medias o compromisos tibios.
Todos han reconocido que ha llegado el momento de dejar de apaciguar la crisis y que deben encontrarse soluciones radicales a los problemas de Oriente Medio, especialmente al tema palestino y, en menor medida, a los grupos terroristas iraníes como Hezbollah. Hezbollah se ha convertido en un gran dilema estratégico para la seguridad de Israel.
En este contexto, la fuerte implicación de Irán en los asuntos regionales se percibe como una movida estratégica aparentemente en defensa del pueblo palestino. Sin embargo, el papel de Irán en este contexto está cuidadosamente calculado. Teherán no quiere involucrarse directamente en una guerra, ya sea contra Israel o Estados Unidos.
Por lo tanto, se espera que se adhiera a lo que llama paciencia estratégica. No se trata de guerra, sino de la división de intereses e influencia. Por lo tanto, todo lo que hace Irán comienza y termina con el fortalecimiento de las posiciones y el apalancamiento en las negociaciones, evitando provocar a cualquier parte hasta llegar a una guerra total.
Irán es consciente de que sus adversarios estratégicos, en particular Israel y Estados Unidos, también son cautelosos ante un enfrentamiento directo dada la mala sincronización para ambos lados (Israel está políticamente y militarmente ocupado con la guerra en Gaza, y Estados Unidos no está ansioso por entrar en un conflicto militar importante en año electoral).
Tehran está tomando un riesgo alto que roza la imprudencia. Sin embargo, Irán también es consciente de que puede contener las reacciones a las acciones tomadas por Israel y Estados Unidos, sin importar cuán importantes sean.
Esto se puede ver en los intentos de asesinato importantes por parte de Israel contra algunos líderes de la Guardia Revolucionaria Iraní, donde Irán se contentó con expresar su ira y confirmar represalias "en su debido momento".
La postura Iraní sobre este tema está principalmente relacionada con el cálculo general de la guerra indirecta que está librando. Teherán cree que puede lograr victorias estratégicas contra Estados Unidos e Israel sin tener que participar en un conflicto directo que podría costar la supervivencia del régimen iraní, que sufre de ira interna y falta de popularidad.
Sin embargo, el escenario más grave para los tomadores de decisiones iraníes sería la aplicación de un acuerdo político internacional que finalmente marginaría a Hamás en la Franja de Gaza. Si bien este escenario aún depende del resultado de la guerra en curso en la región, Teherán es consciente de que está al borde de hacerse realidad.
Esto significa que Israel y Occidente deben dirigir su atención hacia el manejo de las milicias regionales, especialmente Hezbolá en Líbano, el grupo Houthi en Yemen y las facciones chiitas en Iraq. Esto implica la posibilidad de una coalición en oposición a Irán con el objetivo de, si no involucrarse en una guerra con él, al menos aislarlo regionalmente y debilitarlo gradualmente.
Por lo tanto, Irán está trabajando para crear la mayor cantidad de caos posible para reforzar la idea de que es tanto el problema como la solución, y que el diálogo con Teherán es la única forma de lograr seguridad y estabilidad en el Medio Oriente. Por todas estas razones, Irán no arriesgará una guerra directa con ninguna parte.
Teherán es consciente de que la fase actual requiere paciencia estratégica y limitación de riesgos para lograr los objetivos que ha buscado durante mucho tiempo invirtiendo años en este plan.
El escritor es un analista político de los Emiratos Árabes Unidos y un ex candidato al Consejo Nacional Federal.