El barniz de agresión que el gobierno de Teherán proyecta, particularmente sus amenazas de venganza contra Israel y los Estados Unidos, parece ser cada vez más una fachada que un reflejo de fuerza genuina. Esta ilusión fue expuesta claramente tras una operación de inteligencia calculada atribuida a Israel en Damasco.
La operación fue una respuesta a una amenaza inmediata y una clara acusación de las peligrosas conexiones de Irán, resaltadas por la reciente visita de un líder terrorista de Hamas a Teherán, cálidamente acogido por los más altos funcionarios del régimen. Este incidente subraya una realidad sombría: la existencia de Israel y la seguridad de los soldados estadounidenses en la región está amenazada por las acciones directas de Irán y la complicidad pasiva de las políticas internacionales.
La esencia de la política exterior de la República Islámica, aparentemente respaldada por esfuerzos diplomáticos, está orquestada por el poder militar de la Guardia Revolucionaria y la Fuerza Quds. El Ministerio de Relaciones Exteriores sirve como mera fachada, encubriendo operaciones militares y de espionaje bajo el pretexto de la diplomacia. Se debe cuestionar la anomalía de tal concentración militar adyacente a una embajada, si no es para planear operaciones terroristas contra Israel y los intereses de Estados Unidos en la región.
Ampliando la narrativa de Irán están los portavoces mediáticos del régimen, operando dentro y fuera de Irán, apuntando especialmente a los medios de comunicación en idioma persa en el extranjero. Actuando en concierto, esos medios ecoan la retórica del régimen, una clara manipulación destinada a dar forma a la percepción pública para legitimar la desafío de Irán a las normas internacionales y su agresión.
La comunidad internacional se encuentra en una encrucijada, debatiéndose con la paradoja de permitir que la República Islámica desafíe las leyes internacionales impunemente, lanzando ataques terroristas a voluntad, mientras que sus víctimas -Israel y Estados Unidos- son cuestionadas por ejercer su derecho a defenderse.
El incidente en Damasco donde la operación dirigida de Israel resultó en la eliminación de figuras militares clave, no diplomáticos, de un sitio llamado "diplomático", arroja luz sobre la verdadera y maliciosa agenda de Irán. El sitio estaba lejos de ser un centro de diplomacia; era un nexo para planificar y ejecutar operaciones terroristas, una revelación contundente de las prioridades y estrategias del régimen.
El silencio de Teherán habla volumes
El silencio de Teherán tras los precisos ataques de Israel habla volúmenes sobre la capacidad real de represalia de la República Islámica. Internamente, el régimen de los mulás criminales enfrenta a una población desilusionada y fatigada por años de mala gestión económica, corrupción y la opresiva represión de la disidencia. El desdén del público hacia la desafiante presunción del régimen en el escenario internacional y su fracaso en abordar las quejas domésticas solo ha profundizado la brecha entre el gobierno y los gobernados.
Además, la guerra ideológica del régimen, marcada por una búsqueda implacable de dominio regional y la exportación de sus ideales revolucionarios, lo ha dejado cada vez más aislado en el escenario global. Su ambiciosa búsqueda de una "profundidad estratégica" que se extiende desde Tailandia hasta Venezuela es un testimonio de su autoimagen delirante como una potencia dominante, sin límites geográficos. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de consecuencias, atrayendo la ira y la escrutinio de la comunidad internacional, al mismo tiempo que expone las vulnerabilidades del régimen y la fragilidad de su supuesta fortaleza.
La respuesta global a las provocaciones de Irán y sus ambiciones nucleares ha sido tema de intenso debate, subrayado por la necesidad apremiante de una estrategia cohesiva que trascienda la fuerza militar. El desafío radica en frenar las capacidades nucleares de Irán y abordar su patrocinio del terrorismo y su cruzada ideológica contra Occidente. Esto requiere un frente unido, una coalición de naciones dispuestas a plantarse en contra de la ideología Khomeinista, apoyando no solo medidas punitivas sino también empoderando movimientos nacionales dentro de Irán que buscan cambio.
La fanfarronería y la actuación de la República Islámica en el escenario internacional enmascaran un régimen asediado por conflictos internos y presiones externas. Sus amenazas, a pesar de ser intimidantes en tono, ocultan una clara incapacidad para participar en un enfrentamiento militar significativo y sostenido con sus adversarios. Esta desconexión entre retórica y realidad ofrece una ventana de oportunidad para que la comunidad internacional recalibre su enfoque hacia Irán, moviéndose más allá de medidas reactivas hacia un compromiso estratégico más proactivo que aborde las causas fundamentales de la inestabilidad que emana de Teherán.
En conclusión, el camino a seguir requiere un delicado equilibrio entre la disuasión y la diplomacia, aprovechando todo el espectro de herramientas económicas, políticas y, si es necesario, militares a disposición de la comunidad internacional. El objetivo no debería ser simplemente contener las ambiciones de Teherán, sino fomentar un entorno propicio para el cambio dentro de Irán, uno que priorice el bienestar de su población sobre las agendas expansionistas del régimen.
Dado que la región se encuentra en una encrucijada crucial, las acciones de la comunidad internacional determinarán si el futuro conllevará una continuación del statu quo o el amanecer de una nueva era marcada por la estabilidad, la paz y la civilidad entre las naciones.
La elección dará forma al futuro de Oriente Medio y, con ello, las perspectivas de un orden global basado en la estabilidad y la consideración mutua.
El escritor es un analista de contraterrorismo e investigador de estudios del Medio Oriente con sede en Washington, con un enfoque particular en Irán y conflictos étnicos en la región. Su nuevo libro es The Black Shabbat, publicado en los EE. UU. Puedes seguirlo en erfanfard.com y en X @EQFARD.