Los misiles balísticos que golpearon la semana pasada, apuntando tanto a una escuela en Ramat Efal como a un parque infantil en Jaffa, parecen haber inquietado no solo a altos funcionarios de defensa sino también al público en general que se ha acostumbrado a creer en la casi impenetrabilidad de los sistemas de defensa de Israel.
Actualmente, mucho sigue sin estar claro, pero sería mejor considerar un escenario catastrófico, uno que asuma que nuestros adversarios han logrado un salto significativo en sus capacidades de misiles, en lugar de atribuir estos incidentes a un mero "error técnico" de nuestra parte.
Entonces, ¿cuál es este salto en la capacidad? Históricamente, los misiles lanzados desde Yemen (o Irán) seguían una trayectoria balística predecible. Después de que el motor del cohete se apagaba, su curso se asemejaba al de una piedra arrojada al aire: un arco simple y predecible gobernado por la gravedad.
Al calcular algunos parámetros clave, los sistemas de defensa podrían predecir con precisión la trayectoria del misil y desplegar interceptores para neutralizarlo en puntos específicos a lo largo de su ruta.
Sin embargo, ahora parece que nuestros enemigos están tratando de complicar este proceso al alterar la trayectoria del misil en pleno vuelo, lo que dificulta predecirlo y, por lo tanto, interceptarlo. ¿Cómo podrían lograr esto?
Un método implica añadir pequeñas aletas al misil, que pueden ajustarse para crear fuerzas aerodinámicas que desvíen al misil de una trayectoria puramente balística.
Esto es algo análogo a cómo un volante en bádminton no vuela como una pelota regular; en cambio, se ralentiza y cambia de dirección. Estas aletas pueden ser anguladas para ejercer control sobre el movimiento del misil, aunque con limitaciones.
Por ejemplo, las aletas son ineficaces en el espacio y son propensas a derretirse debido al intenso calor durante la reentrada en la atmósfera. Sin embargo, para los ingenieros del bando opuesto, estos inconvenientes pueden no importarles. Siempre y cuando no estén apuntando a una precisión milimétrica, pueden aceptar la destrucción de estas aletas a mitad del viaje del misil.
Otro enfoque implica equipar al misil con pequeños propulsores de cohetes posicionados perpendicularmente a su eje principal. Estos propulsores, al expulsar gas a alta velocidad, pueden desviar al misil de su curso balístico y llevarlo a una trayectoria predeterminada.
Este principio, que también se emplea en la propulsión de naves espaciales, es similar al movimiento errático de un globo inflado liberado en el aire. Estos sistemas de maniobra hacen que la trayectoria de vuelo del misil sea menos predecible.
Sin embargo, estas innovaciones y adiciones tienen un costo. Para dar lugar a los sistemas de guía, la carga útil - típicamente la ojiva explosiva - debe reducirse. Este compromiso fue evidente en el incidente de Ramat Efal, donde las evaluaciones iniciales sugerían que el misil se había fragmentado antes de impactar.
En realidad, probablemente llevaba menos material explosivo para acomodar sus mecanismos de guía.
¿Deberíamos perder la esperanza?
Entonces, ¿qué se puede hacer? ¿Deberíamos desesperarnos? Absolutamente no. Los sistemas de defensa de Israel se encuentran entre los más avanzados del mundo y son capaces de manejar objetivos en maniobra.
Desde la detección y seguimiento hasta la intercepción, ya han demostrado ser efectivos en el manejo de desafíos similares en otros lugares.
Por supuesto, esta no es una tarea sencilla. Las altas velocidades tanto del interceptor como del misil requieren una precisión casi perfecta para una intercepción exitosa. Sin embargo, estos desafíos son territorio conocido para los ingenieros de las industrias de defensa de Israel.
Debemos confiar en que se hayan aprendido lecciones y se hayan implementado mejoras rápidamente para prevenir un escenario futuro donde un misil balístico impacte en una zona densamente poblada.
El escritor es el jefe de la Escuela de Ingeniería Mecánica en Afeka - Colegio Académico de Ingeniería en Tel Aviv.