En todo el mundo, las mujeres que viajan solas en transportes públicos como autobuses, trenes y taxis sufren con frecuencia el acoso de desconocidos varones. Este fenómeno negativo perjudica su salud mental y física, pero las autoridades hacen poco al respecto.
A pesar de haber sido desatendidos durante varias décadas y en muchos países, los entornos del transporte público se han transformado en un reflejo de las disparidades y desigualdades sociales. Entre estas cuestiones, se ha demostrado que el acoso -una dinámica omnipresente y sexista- repercute negativamente en las tendencias de comportamiento de las mujeres, en sus oportunidades cotidianas y en su salud, así como en los resultados en materia de seguridad y protección.
Un metaanálisis dirigido por investigadores de la Universidad de Valencia (España) examinó un conjunto de estudios que analizaban el acoso contra las mujeres en entornos de transporte público, centrándose en cuestiones clave como su prevalencia, su impacto en la dinámica del transporte, las estrategias preventivas y las vías de actuación policial documentadas en la literatura científica.
Se filtraron un total de 575 artículos indexados, lo que dio lugar a una selección final de 28 artículos originales que abordaban directamente la cuestión hasta diciembre de 2023. Además de la alta frecuencia, la infranotificación generalizada y los efectos adversos sobre la seguridad de las mujeres, la revisión identificó correlaciones entre el acoso y las adaptaciones del comportamiento en los viajes.
También reveló una notable disparidad entre las medidas existentes y las percibidas como más eficaces por las víctimas potenciales. Estas conclusiones subrayan la necesidad acuciante de escuchar y promover la inclusión de las mujeres en la toma de decisiones relativas a los asuntos de transporte.
El estudio sugiere que, a pesar de que el corpus de investigación es ligeramente limitado, el impacto del acoso en el transporte sobre la salud y el bienestar de las mujeres es significativo. Además de explicarse en gran medida por las desigualdades existentes, el acoso en el transporte agrava aún más las diferencias entre hombres y mujeres, lo que adquiere una importancia prospectiva para los entornos de transporte.
El estudio acaba de publicarse en la revista PLOS One con el título "¿Invasión de la intimidad o violencia estructural? Acoso contra las mujeres en entornos de transporte público: Una revisión sistemática".
Numerosos estudios destacan el acoso sexual contra las mujeres
Aunque el creciente uso del transporte público para los desplazamientos habituales parece esencial hoy en día para muchas personas que necesitan ir de un lugar a otro, muchos estudios empíricos ponen de relieve que el acoso sexual contra las mujeres en los entornos de tránsito es un reto mundial fundamental que hay que superar.
Sin embargo, a pesar de la magnitud de esta incómoda realidad, muchos países aún no han aplicado medidas preventivas que contribuyan a aumentar la seguridad percibida por las mujeres. De hecho, algunos estudios afirman que en la mayoría de los sistemas de transporte público y de los escenarios de tránsito de todo el mundo no se han aplicado políticas de género eficaces ni medidas obligatorias específicas.
En consecuencia, además de influir en las oportunidades de las mujeres para utilizar determinados medios de transporte y limitar su capacidad para moverse libremente, el acoso sexual contribuye a ahondar estructuralmente las brechas existentes. Por ejemplo, en general se ha comprobado que las mujeres son más propensas que los hombres a utilizar el transporte público por motivos de ingresos, así como a sufrir simultáneamente victimizaciones, perjuicios psicosociales y amenazas para la salud en el entorno del tránsito, escribieron los autores.
Aunque la bibliografía sobre este tema ha ganado terreno en los últimos años, siguen activas limitaciones clave como la falta de consenso, los prejuicios culturales y la ausencia de un enfoque global para reconocer qué comportamientos y acontecimientos podrían considerarse casos de acoso en el transporte. Además, los estudios existentes que miden el acoso sexual, aparte de ser realmente escasos en la mayoría de los países, suelen ser limitados en términos de rigor metodológico y claridad operativa. Esta falta de avance en términos de cobertura científica dificulta una mejor comprensión de la prevalencia, las características y las posibles soluciones de este problema, así como el reconocimiento de una cuestión profunda que, en la mayoría de los casos, simplemente no se denuncia.
En general, se han propuesto algunos criterios para el reconocimiento del acoso sexual, entre ellos la naturaleza no deseada del acto, la intención sexual del acosador, la existencia de un patrón o repetición, un comportamiento intrusivo y de naturaleza sexual, y la generación de amenaza o miedo. Así, el acoso por razón de sexo suele incluir comportamientos sexuales groseros, ofensivos y despectivos que reflejan actitudes negativas sobre las niñas y las mujeres en general y, en concreto, la "atención sexual no deseada" se refiere a la atención sexual no invitada, no deseada y no recíproca que no es bien recibida por quien la recibe. Asimismo, la naturaleza no deseada del encuentro implica sexualización, intimidación e incomodidad.
Estas conductas sexuales no deseadas comprenden una amplia gama de comportamientos que pueden ser verbales (comentarios misóginos, gestos sexuales, insultos, ruidos de besos, gatopardismo, silbidos, nombres sexuales o comentarios sexuales gráficos sobre la apariencia, otras demandas o amenazas sexuales, y miradas fijas, miradas lascivas, gestos sexuales, exposición indecente, toma de fotografías, masturbación pública), no verbales (por ejemplo, miradas fijas, miradas lascivas, gestos sexuales, exposición indecente, toma de fotografías, masturbación pública. A menudo persisten después de que la mujer rechace las insinuaciones.
"Estos actos están relacionados con los roles de género tradicionales que aún existen en muchas sociedades y con la cultura 'machista' derivada de este fenómeno social. Por ejemplo, en sociedades donde la masculinidad está estrechamente definida y asociada a la dominación y el control, el acoso a las mujeres en el transporte público puede producirse como una forma de que los acosadores reafirmen su poder y control sobre las mujeres en un espacio compartido", escribieron.
El transporte público es propenso a situaciones de acoso hacia las mujeres porque la alta densidad de pasajeros en espacios reducidos crea un entorno propicio para comportamientos no deseados, ya que la proximidad física puede aumentar la oportunidad de acoso. La falta de intimidad en estos espacios compartidos puede hacer que las víctimas se sientan más vulnerables y menos propensas a denunciar los incidentes. Además, el equipo concluyó que la estructura jerárquica y el diseño de algunos sistemas de transporte público pueden facilitar la impunidad, permitiendo a los acosadores mezclarse entre la multitud y escapar fácilmente a la identificación.